La noche no llega
y el sol aparece muy pronto
junto con la caída
lenta y tortuosa
del abismo interminable
llamado presente.
Es un desierto
lo que se eleva a ambos lados
calcinante y cruel.
Se acabaron las fuerzas.
No hay nada allá afuera para mí
y abrir los ojos
es, en sí mismo,
la primera batalla del día.
Fuera todo es guerra.
Soy una hoja
a merced de la imbatible tormenta
y todo lo que puedo hacer
es dejarme abatir
segundo a segundo
a la espera de no desintegrarme
una vez más.
¿Hasta cuándo durará
este penar?
¿Cuál fue la falta que me condenó
a caminar perdido
por este inhóspito valle?
Una corriente de invierno
es todo lo que necesito.
Una corriente, liberadora
que sepa alejarme de esta costa
que me inunde el pecho
y me pierda en las profundidades
de la nada.